Momentos entrega o carta abierta de agradecimiento a la escritora Marta Sanz.


La nostalgia es un dispositivo que convierte la distancia en eufemismo.
Marta Sanz.

Pasado, pesado (un) mes (mentira), el pasado (re)pasa. No reposa. No lo dejamos en paz. Y si no nos estamos quietos… 

Y si ha sido en el encuentro Memoria y desacuerdo: políticas del archivo, registro y álbum familiar (ver enlace) donde mi comunicación (con sus warholianos y rigurosos 15') se ha destaponado. Como ese fregadero anegado, como ese intestino obstruido que clama un milagro ante el revoloteo, ante esos tropezones libres (o bien radicales y libres) campando (y en su ir-venir camuflando), ante lo que duele-huele: ante lo que somos. Sólo duele, no pasa nada. Pero para ofrecer, ¿el qué? 








Captura de pantalla.


Mi ponencia, Objeto versus archivo. De las idiosincrasias cotidianas en la práctica artística contemporánea: una epopeya del ojo entendió desde su inicio como un a la desesperada desde la imposibilidad comunicativa de todo orden (y a la orden del día) y con una fuerte crítica a esta tendenciosa creencia en ese «yo que» que en el fondo no deja de quererse solidificar, prometerse tótem, siempre bajo las suaves artes de prácticas acomodaticias que en el fondo lo quieren: decórame esa pared. 

Pero sobre todo, se entendió como la salsa agridulce de las nueve de la mañana de un sábado, siempre bajo las suaves presiones (cómo no, estructurales, pero «la estructura se resaca-reseca en sus prácticas») que conducen a desembolsar, y que te dejen. Cómo no va a ser político, pues. 

Es a todas luces un lujo y una sorpresa, tal y como mantuve al inicio de mi presentación, haber sido seleccionado por los organizadores Pedro Vicente y Víctor del Río (sobre todo por dejar/dar cabida a esta locura), además de remarcar mi regreso (esta vez en highlight) luego del éxito del año pasado, de este seminario dentro de ese gran proyecto que es Visiona Programa de la Imagen de Huesca. 

Pero también es cierto que ni la memoria ni el archivo son, como tales, temas con que ahora detenernos y rellenar, ni tan bonitos ni están out there, sino que en cuanto termina cada clase, esa clase, luego de la lección magistral, en nuestras pausas, en nuestros desgarros y en nuestros acentos hay que (saber) identificarlos: cualquier intento de estudiar la vida cotidiana es fútil si no lo es con la intención de transformarla (Guy Debord).

Es así como que socavando uno se lleva el silencio inminente, también el de esa ciudad del norte a las tres de la tarde, el silencio áspero de quien ha entendido la intención (y que mal traduce en lección, en fin: rellenar una línea más) pero no se quiere dejar arrastrar (qué menos, en una cena) por este balbuceo que no le dejaría más que en un en-ser desprovisto de (lenguaje), por otro lado momento para el crecimiento. 

Sí: luego te veo, pero como decía Jacques Derrida «este tiempo jamás me será dado». No soportamos el desnudo. La memoria no es, por defecto. Como decía la escritora Marta Sanz, es un músculo. Gracias. 

Por tanto, algunos encuentros que nos recuerdan, como decía una amiga, que tenemos culo, o en el caso de Marta, las descripciones pormenorizadas de su madre en torno a los líquidos que somos y a las que enfocó en su libro...

...y que nos dan cuenta de nuestra materialidad, que elogian al empollón (ver enlace) -te sentaste a mi lado en primera fila, querida Marta-, eso, encuentros como el suyo (tuyo), de tan breves ya casi místicos con los que pasar mejor el amargor de las dilatas horas en las que el desfase (siempre ideológico) se explicita. 






Manuel Onetti. Cromosoma P. 2014. 





Agradecimientos a Manuel Onetti por la cesión de sus imágenes para la publicación de este encuentro y por la difusión del mismo en su web.

Fin de la cita.