Movimientos periféricos: orbita, regurgita.



Fue a partir de las técnicas que aprendimos lo que significa subsistir y dilatarse, aceptar un papel y descargar una función. 
                                                                                  Bruno Latour, 1994. 




Descarga esto: la «condición de posibilidad» será -en efecto sólo seres-ahí por todos, por todos lados, siempre arrojos- y volverá a ser versus el «fijemos»...

...fijemos que puede (que más puede) y convence: «pronombre peligroso», porque incluye el nosotros, en una carga y otra recarga, uno que no para (ya) nunca, dos que se cansan juntos y, de hecho, ¿será que algún enchufe?, y... ¿cerca? 

Rodeo, merodeo, en fin, otro rodeo: ¡mi batería!, y ese pronombre: nosotros.

Gracias a que hay enchufe, pero vaya si (me) repite, o si seremos repetición, o si no dejamos (de) hacer lo mismo, todos los días, un non-stop así lo dejes: no lo dejes de indicar, porque siempre tu posición, toda tuya. ¿Qué es la cotidianidad si no continuar el intento? 

Intento, por así decirlo, constante, y puede que incluso un cons-traste, esa divertida conjunción entre constante y contraste, y tal vez una posición propia porque, desde antes y desde luego… no se puede indicar, indicar a otra cosa que así, a su manera, palpita -venga, palpitación- pues hay un nosotros que no termina de comprobar, y comprobando uno se venga.

Todo aprobado, aprobación. 

Será lo perverso, y lo perverso del reconocimiento ese juego de aprobación o suspenso, ese contraste, por lo demás se parece tanto a ti..., tanto, que si escupes, si no dejas de hacerlo, si retocas esas dialécticas, uno se revolverá en la edición misma, y de hecho al leer retocas este mismo texto, y te hace descreer, descreer todo reconocimiento-acontecimiento y todo lenguaje, o al menos de sus usos... y es que en algún lugar me dijo, con toda la razón: 

«Tú imagínate que se perdiera la coquetería».

Y de cosmos, la cosmética, el orden de todos los equipajes, puesto que nadie es sino en sus cosas, y a través de ellas como enseñó Sergio Rubira. 

Y de llevar, te llevo las maletas, cargadas de cosméticos, podría ser, y barajamos puntuaciones en esto del (nuestro) activismo, que no puede ser, nos debe dejar libre algún domingo...

...que sí, que apruebo, y de camino saboreo -buena nota- y han preguntado, y entonces ese «se» malvado, heideggeriano, «se» pregunta «inauténtico» y te orbita, y bien... que la carrera estelar ha devenido tan probable como podría...

...así que, en fin: qué se le va hacer, y así uno se colma de colisiones. 

«Deja de intentar golpearme y golpéame», Morfeo que le dice a Neo. Y qué de roces, uno de ellos se satisfizo a sí, se colma, se goza, pero esa incomplétude tan monoteística propia de esta cultura no deja de desear a pesar de tanta emancipación. 

¿A qué cuerda me ato? ¿Cuál la más cosmética?

En fin, cállate homo faber, le diría, haciendo cosas y más cosas, eres un pesado: que se pasen, que se terminen ya, que se deje de desear, qué mal, que no hace ningún bien.



Así, de tanto salpicar, de tanto fabricar, sólo quedan restos, se reducen, o se hacen de menos, de vientre, fragmentos y erosiones, por supuesto erecciones, y las luchas-titanes quedan como testigo (¿qué serían si no?), como testigo siempre de por medio para recoger todos esos fragmentos, juntos: darles logos, darles sentido. 

En fin, testigos que me dicen: qué frágil el halo, y qué halo que soportamos, y esos conflictos, qué recurrentes para enciclopedias futuras: de las épicas luchas a los combates cotidianos, de ahí las sagas, de ahí los cantos.


Y dicen de la poesía, del canto. 

Sigo cantando, verás, y canto en el salón, son los bailes de (tu) salón, sigue la misma estela, y yo aquí, regalando mi poesía, a veces te piensas: ¡cambia!, ¡cambia!, porque las estrellas por ahí todo se lo dejan, y lo van soltando. 


Pero no pasa nada: mira, mejor, mejor que no, que todo ser se preserva, se preserva un rastro.

Un rastro de una vida por lo demás aburrida, ya es hora de fantasmagorías: a buenas horas que has ido a la fiesta, que llegaste tarde. «Vine a esta fiesta a olvidarlo todo», que vimos en Itziar Okariz. 

Y que si una pastilla te hace más ancho, otra más largo. Y en fin, más ancho que largo. La recreación es o será empastillada, discontinua entre el trago y su efecto, de ahí que los horarios ya no valen pues todo vale, tenías pensado volver pronto y resulta que de nuevo te repites: la performance es la drag queen, y siguiendo... toda una clase creativa -con Richard Florida- que te lanza con sus impulsos, distintivo nuestro tiempo.


...a veces (me) pongo Jefferson Airplane, inspiro, y me presento a Operación Triunfo. 


Será por eso que las mismas canciones (¿cómo cambiar a estas alturas?, le dijo el uno al otro), y será por tanto que se debe continuar (con) la antorcha: que si no sopla demasiado podrás con ella, así que por favor, sostén-me-la, siempre a pesar de que se des-mi(e)mbre tu estrella.

Su resultado: tú mismo. ¿Habrá que pedir perdón?, ¿comenzar pidiéndolo?, te lo juro: el perdón es la clave, desde ahí todo pentagrama. Sería tu mismx, tu suplemento, Jacques. 




Bueno, sólo se trata de dimensiones, de mantener decisiones, que digo, antorchas. Y la profundidad es una cosa, por tanto, cosas con cosas. Una constelación de deseos que se pluriemplean, creativos por lo demás, pues no pueden más o no va más.

Cosas afines, en fin, profundidades que (nos) merecen, o que podemos tratarlas para luego tratarnos un poco, ¿qué somos?, ya, una especie oracular: 


Los últimos de nuestra especie: los enchufes nos recuerdan que siempre venimos de afuera. 
Si somos los últimos, vaya... pura energía, toda la electricidad.

De hecho, lo dijo Latour: no tanto subsistir, más bien dilatarse, lo cual te lleva a pensar que cuando se reza es a nivel de catedral, cuando se justifica y justificamos ser es porque se proyecta, porque se piensa un porvenir, tan americana esta utopía, siempre a gran escala. Nada como el porvenir, suenan Simon&Garfunkel


En el sentido más profundo, es preciso no «perder el propio tiempo» en ningún caso.
Perrine Simon-Nahum, 1987.


Y el esfuerzo se recompensa: ¡es tu trabajo!, le dijo un creativo a otro creativo, así que en algún momento un hombre dice su palabra propia, y pone buena nota, y entre medias todo el tiempo de vida, mediando, mediatizando, haciendo cosas con ficciones, sin precisar qué decir con cosas.

Así es posible y necesaria la ficción, todo entre medias, porque re-dimensiona, y jamás aburre. He dicho fantasmagorías. Eso es lo mejor, que jamás aburre. En fin, que hasta luego tanto esfuerzo, tanto trabajo, trabajo que se versa en sus cafeínas. 

Entonces, si la cafetera está que trina, que orbita, que me tiene frito, dónde deberíamos ir a parar si no a regurgitar. Hay gente que odia lo frito, no está de moda. Y la cafeína se lo lleva todo: apunta cada caca.

En fin, que si me repito y todo repite la posibilidad se resiente, que mucho ser-es-ahí que no conscientes, no hace falta saberlo, -yo no me enteré nunca- y quedan en esa lucha, quedamos con ella, acabamos y acaban rindiéndose a la antorcha de su ser-en-sí. 


Shakira dijo, en su canción, en fin, que no creía en Jean-Paul Sartre. 

Primero fue el fuego, sobrevino la palabra, llegaron las astucias, y casi todos hablan: incluso cantan. 

Ya se sabe, lo peor del verano es que la gente sale a la calle, y se expresa, hace música y se expresa coqueta: hasta dónde la coquetería nos deje, siempre a «nosotros».

Así que vuelve a demostrar, que no eres un robot.