Por una «situación borrosa».

«Situación borrosa» fue el título que uno de los participantes del encuentro La Situación 2016 – Arte por-venir, José Jurado, dio a una de las imágenes. De las imágenes.

Y de los márgenes. Imagen, sí, –subida a la Red– que tomó de la entrada de la facultad de Bellas Artes de Cuenca donde se encontraba –en lo que nos toca– en primer plano el cartel perteneciente a la actividad, actividad que Ana Martínez-Collado y yo organizamos para el encuentro. 

Esta actividad tenía por título Ser/posibilidad: la construcción poética como acercamiento a la los imaginarios cotidianos a través de prácticas vídeoartísticas. Visionado y diálogo con los artistas, y tuvo lugar en la Iglesia de San Miguel (Cuenca), el 20 de octubre de 2016.








Imagen del encuentro. 
© La situación (enlace)


Este punto -en ese trecho de la dirección a la redirección- revela al quererse borrorso, emborronarse o incluso puede, visualiza las moscas volantes, aquellas en el bosque, aquellas chispas, aquellos destellos que no dejan ver según qué; y este punto, procedente de alguien a quien no conozco en persona cuyo discurso pude seguir en una de las mesas de debate. Sí, ese arranque elabora, estira y resiste, posibilita. Estar presente.

También es posible que ese político querido redunde al suscribir la idea misma de gestión, dominio, control o domesticación, acaba en teleología al circunscribir el saber presente, el cotidiano de todos, pues jerarquiza las luchas, entonces la acción irreductible olvida precisamente lo que busca, lo obsceno: aquello que queda fuera de la escena. 

Se diría que cualquier manifestación constructora, disgregadora, ralentizadora, kamikaze, arquitectónica si se quiere, en su solo acontecer o tenerse en cuenta, a través del reafirmarse-palabra... es como quisiera derribar su objeto, y es posible que en muchos casos el esfuerzo de un debate hermenéutico nos aleje de ese objeto mismo que desearíamos conocer y desgranar (puede que transformar), abstracciones que –sospecho- tiendan a una suerte del recolocar en el sentido de un cierto excusar, aprovechar ese a la luz dada la enorme inversión en tan poco tiempo (La Situación tuvo lugar en los días 19, 20 y 21 de octubre de 2016) y, obviamente, nuestro condicionamiento fotosensible. Se viene como un relámpago. 

Gran agradecimiento a Raúl Hidalgo y Leyla Dunia, las dos personas que han hecho posible nuestra aportación, una aportación rápida, una centella, dadas las exigencias de otros espacios (pena no haber tomado el vino de rigor) y esperamos, junto con la labor incesante de Ana Martínez-Collado, haber generado un resquicio al pensamiento. 

Por último agradecer a los artistas María Ruido, Laura Torrado, Cabello/Carceller, Rogelio López Cuenca, Sally Gutiérrez y María Cañas (con quienes aparecemos Ana y yo en esta nuevamente imagen) la participación en esta actividad, cuyo visionado de las obras propuestas ha sido un lujo que queremos compartir desde nuestro trabajo en Ares. Archivo y estudio crítico de las prácticas artísticas audiovisuales (vídeo expandido) en el arte español. Identidad y nuevos medios. 

Para más información: http://www.aresvisuals.net/transferencia/

Momentos entrega o carta abierta de agradecimiento a la escritora Marta Sanz.


La nostalgia es un dispositivo que convierte la distancia en eufemismo.
Marta Sanz.

Pasado, pesado (un) mes (mentira), el pasado (re)pasa. No reposa. No lo dejamos en paz. Y si no nos estamos quietos… 

Y si ha sido en el encuentro Memoria y desacuerdo: políticas del archivo, registro y álbum familiar (ver enlace) donde mi comunicación (con sus warholianos y rigurosos 15') se ha destaponado. Como ese fregadero anegado, como ese intestino obstruido que clama un milagro ante el revoloteo, ante esos tropezones libres (o bien radicales y libres) campando (y en su ir-venir camuflando), ante lo que duele-huele: ante lo que somos. Sólo duele, no pasa nada. Pero para ofrecer, ¿el qué? 








Captura de pantalla.


Mi ponencia, Objeto versus archivo. De las idiosincrasias cotidianas en la práctica artística contemporánea: una epopeya del ojo entendió desde su inicio como un a la desesperada desde la imposibilidad comunicativa de todo orden (y a la orden del día) y con una fuerte crítica a esta tendenciosa creencia en ese «yo que» que en el fondo no deja de quererse solidificar, prometerse tótem, siempre bajo las suaves artes de prácticas acomodaticias que en el fondo lo quieren: decórame esa pared. 

Pero sobre todo, se entendió como la salsa agridulce de las nueve de la mañana de un sábado, siempre bajo las suaves presiones (cómo no, estructurales, pero «la estructura se resaca-reseca en sus prácticas») que conducen a desembolsar, y que te dejen. Cómo no va a ser político, pues. 

Es a todas luces un lujo y una sorpresa, tal y como mantuve al inicio de mi presentación, haber sido seleccionado por los organizadores Pedro Vicente y Víctor del Río (sobre todo por dejar/dar cabida a esta locura), además de remarcar mi regreso (esta vez en highlight) luego del éxito del año pasado, de este seminario dentro de ese gran proyecto que es Visiona Programa de la Imagen de Huesca. 

Pero también es cierto que ni la memoria ni el archivo son, como tales, temas con que ahora detenernos y rellenar, ni tan bonitos ni están out there, sino que en cuanto termina cada clase, esa clase, luego de la lección magistral, en nuestras pausas, en nuestros desgarros y en nuestros acentos hay que (saber) identificarlos: cualquier intento de estudiar la vida cotidiana es fútil si no lo es con la intención de transformarla (Guy Debord).

Es así como que socavando uno se lleva el silencio inminente, también el de esa ciudad del norte a las tres de la tarde, el silencio áspero de quien ha entendido la intención (y que mal traduce en lección, en fin: rellenar una línea más) pero no se quiere dejar arrastrar (qué menos, en una cena) por este balbuceo que no le dejaría más que en un en-ser desprovisto de (lenguaje), por otro lado momento para el crecimiento. 

Sí: luego te veo, pero como decía Jacques Derrida «este tiempo jamás me será dado». No soportamos el desnudo. La memoria no es, por defecto. Como decía la escritora Marta Sanz, es un músculo. Gracias. 

Por tanto, algunos encuentros que nos recuerdan, como decía una amiga, que tenemos culo, o en el caso de Marta, las descripciones pormenorizadas de su madre en torno a los líquidos que somos y a las que enfocó en su libro...

...y que nos dan cuenta de nuestra materialidad, que elogian al empollón (ver enlace) -te sentaste a mi lado en primera fila, querida Marta-, eso, encuentros como el suyo (tuyo), de tan breves ya casi místicos con los que pasar mejor el amargor de las dilatas horas en las que el desfase (siempre ideológico) se explicita. 






Manuel Onetti. Cromosoma P. 2014. 





Agradecimientos a Manuel Onetti por la cesión de sus imágenes para la publicación de este encuentro y por la difusión del mismo en su web.

Fin de la cita.

Movimientos periféricos: orbita, regurgita.



Fue a partir de las técnicas que aprendimos lo que significa subsistir y dilatarse, aceptar un papel y descargar una función. 
                                                                                  Bruno Latour, 1994. 




Descarga esto: la «condición de posibilidad» será -en efecto sólo seres-ahí por todos, por todos lados, siempre arrojos- y volverá a ser versus el «fijemos»...

...fijemos que puede (que más puede) y convence: «pronombre peligroso», porque incluye el nosotros, en una carga y otra recarga, uno que no para (ya) nunca, dos que se cansan juntos y, de hecho, ¿será que algún enchufe?, y... ¿cerca? 

Rodeo, merodeo, en fin, otro rodeo: ¡mi batería!, y ese pronombre: nosotros.

Gracias a que hay enchufe, pero vaya si (me) repite, o si seremos repetición, o si no dejamos (de) hacer lo mismo, todos los días, un non-stop así lo dejes: no lo dejes de indicar, porque siempre tu posición, toda tuya. ¿Qué es la cotidianidad si no continuar el intento? 

Intento, por así decirlo, constante, y puede que incluso un cons-traste, esa divertida conjunción entre constante y contraste, y tal vez una posición propia porque, desde antes y desde luego… no se puede indicar, indicar a otra cosa que así, a su manera, palpita -venga, palpitación- pues hay un nosotros que no termina de comprobar, y comprobando uno se venga.

Todo aprobado, aprobación. 

Será lo perverso, y lo perverso del reconocimiento ese juego de aprobación o suspenso, ese contraste, por lo demás se parece tanto a ti..., tanto, que si escupes, si no dejas de hacerlo, si retocas esas dialécticas, uno se revolverá en la edición misma, y de hecho al leer retocas este mismo texto, y te hace descreer, descreer todo reconocimiento-acontecimiento y todo lenguaje, o al menos de sus usos... y es que en algún lugar me dijo, con toda la razón: 

«Tú imagínate que se perdiera la coquetería».

Y de cosmos, la cosmética, el orden de todos los equipajes, puesto que nadie es sino en sus cosas, y a través de ellas como enseñó Sergio Rubira. 

Y de llevar, te llevo las maletas, cargadas de cosméticos, podría ser, y barajamos puntuaciones en esto del (nuestro) activismo, que no puede ser, nos debe dejar libre algún domingo...

...que sí, que apruebo, y de camino saboreo -buena nota- y han preguntado, y entonces ese «se» malvado, heideggeriano, «se» pregunta «inauténtico» y te orbita, y bien... que la carrera estelar ha devenido tan probable como podría...

...así que, en fin: qué se le va hacer, y así uno se colma de colisiones. 

«Deja de intentar golpearme y golpéame», Morfeo que le dice a Neo. Y qué de roces, uno de ellos se satisfizo a sí, se colma, se goza, pero esa incomplétude tan monoteística propia de esta cultura no deja de desear a pesar de tanta emancipación. 

¿A qué cuerda me ato? ¿Cuál la más cosmética?

En fin, cállate homo faber, le diría, haciendo cosas y más cosas, eres un pesado: que se pasen, que se terminen ya, que se deje de desear, qué mal, que no hace ningún bien.



Así, de tanto salpicar, de tanto fabricar, sólo quedan restos, se reducen, o se hacen de menos, de vientre, fragmentos y erosiones, por supuesto erecciones, y las luchas-titanes quedan como testigo (¿qué serían si no?), como testigo siempre de por medio para recoger todos esos fragmentos, juntos: darles logos, darles sentido. 

En fin, testigos que me dicen: qué frágil el halo, y qué halo que soportamos, y esos conflictos, qué recurrentes para enciclopedias futuras: de las épicas luchas a los combates cotidianos, de ahí las sagas, de ahí los cantos.


Y dicen de la poesía, del canto. 

Sigo cantando, verás, y canto en el salón, son los bailes de (tu) salón, sigue la misma estela, y yo aquí, regalando mi poesía, a veces te piensas: ¡cambia!, ¡cambia!, porque las estrellas por ahí todo se lo dejan, y lo van soltando. 


Pero no pasa nada: mira, mejor, mejor que no, que todo ser se preserva, se preserva un rastro.

Un rastro de una vida por lo demás aburrida, ya es hora de fantasmagorías: a buenas horas que has ido a la fiesta, que llegaste tarde. «Vine a esta fiesta a olvidarlo todo», que vimos en Itziar Okariz. 

Y que si una pastilla te hace más ancho, otra más largo. Y en fin, más ancho que largo. La recreación es o será empastillada, discontinua entre el trago y su efecto, de ahí que los horarios ya no valen pues todo vale, tenías pensado volver pronto y resulta que de nuevo te repites: la performance es la drag queen, y siguiendo... toda una clase creativa -con Richard Florida- que te lanza con sus impulsos, distintivo nuestro tiempo.


...a veces (me) pongo Jefferson Airplane, inspiro, y me presento a Operación Triunfo. 


Será por eso que las mismas canciones (¿cómo cambiar a estas alturas?, le dijo el uno al otro), y será por tanto que se debe continuar (con) la antorcha: que si no sopla demasiado podrás con ella, así que por favor, sostén-me-la, siempre a pesar de que se des-mi(e)mbre tu estrella.

Su resultado: tú mismo. ¿Habrá que pedir perdón?, ¿comenzar pidiéndolo?, te lo juro: el perdón es la clave, desde ahí todo pentagrama. Sería tu mismx, tu suplemento, Jacques. 




Bueno, sólo se trata de dimensiones, de mantener decisiones, que digo, antorchas. Y la profundidad es una cosa, por tanto, cosas con cosas. Una constelación de deseos que se pluriemplean, creativos por lo demás, pues no pueden más o no va más.

Cosas afines, en fin, profundidades que (nos) merecen, o que podemos tratarlas para luego tratarnos un poco, ¿qué somos?, ya, una especie oracular: 


Los últimos de nuestra especie: los enchufes nos recuerdan que siempre venimos de afuera. 
Si somos los últimos, vaya... pura energía, toda la electricidad.

De hecho, lo dijo Latour: no tanto subsistir, más bien dilatarse, lo cual te lleva a pensar que cuando se reza es a nivel de catedral, cuando se justifica y justificamos ser es porque se proyecta, porque se piensa un porvenir, tan americana esta utopía, siempre a gran escala. Nada como el porvenir, suenan Simon&Garfunkel


En el sentido más profundo, es preciso no «perder el propio tiempo» en ningún caso.
Perrine Simon-Nahum, 1987.


Y el esfuerzo se recompensa: ¡es tu trabajo!, le dijo un creativo a otro creativo, así que en algún momento un hombre dice su palabra propia, y pone buena nota, y entre medias todo el tiempo de vida, mediando, mediatizando, haciendo cosas con ficciones, sin precisar qué decir con cosas.

Así es posible y necesaria la ficción, todo entre medias, porque re-dimensiona, y jamás aburre. He dicho fantasmagorías. Eso es lo mejor, que jamás aburre. En fin, que hasta luego tanto esfuerzo, tanto trabajo, trabajo que se versa en sus cafeínas. 

Entonces, si la cafetera está que trina, que orbita, que me tiene frito, dónde deberíamos ir a parar si no a regurgitar. Hay gente que odia lo frito, no está de moda. Y la cafeína se lo lleva todo: apunta cada caca.

En fin, que si me repito y todo repite la posibilidad se resiente, que mucho ser-es-ahí que no conscientes, no hace falta saberlo, -yo no me enteré nunca- y quedan en esa lucha, quedamos con ella, acabamos y acaban rindiéndose a la antorcha de su ser-en-sí. 


Shakira dijo, en su canción, en fin, que no creía en Jean-Paul Sartre. 

Primero fue el fuego, sobrevino la palabra, llegaron las astucias, y casi todos hablan: incluso cantan. 

Ya se sabe, lo peor del verano es que la gente sale a la calle, y se expresa, hace música y se expresa coqueta: hasta dónde la coquetería nos deje, siempre a «nosotros».

Así que vuelve a demostrar, que no eres un robot.


Deseo, dormir. Las micropolíticas y el gran concurso de la canción: Euro, visión.


A medida que la necesidad es soñada socialmente el sueño se hace necesario. El espectáculo es la pesadilla encadenada de la sociedad moderna que no expresa finalmente más que su deseo de dormir. 
Guy Debord, 1967.


Pantalla partida. Partición bien definida. Rusia, la gran favorita, no consigue los suficientes puntos para superar a Ucrania, a pesar de que se ha llevado la máxima puntuación por parte del público. Los votos del jurado han favorecido a Ucrania aunque con un margen estrecho y, en la suma, la victoria.



Deseo dormir. El deseo es el de dormir, ya no más esta «pesadilla encadenada», la fiesta tras la fiesta, ningún resto, siempre ésta es la última.  La última ronda. Resulta así que de-vengo devenir histérico en el histórico de la conversación (Dami Im, la cantante australiana, haciendo referencia a la red social: caught up in this crazy fast life) y sin más que ellos, los somníferos; no, desde luego que no: no sin ellos. Yo y ellos, vamos a soñarnos socialmente.



Dami Im subida en un cubo lleno de purpurina y proyectando las ansiedades contemporáneas, microelectrónicas y relacionales de la nueva generación ante cierta imposibilidad de intercambio. Su canción, Sound of silence, poesía en torno a la espera y la imagen, la espera hacia la imagen, con estrofas llenas de claras alusiones: «symphonies and highlights».



Asunto: Europa. Perdón, y también Australia. Y Oriente Medio. Bueno, también es retransmitido en China. Espera, que también los Estados Unidos de América. ¡Uf! Ya no se sabe ni cómo comenzar a saludar. Comenzar, saludar.

Sí, todos ellos están viviendo una celebración porque ahora, al menos, el tiempo accidental -concordando con el pronóstico de Paul Virilio- lo amanecemos, y sólo despiertos en esta «obsesión paroxística» por el Otro al incorporarnos en lo micropolítico (en un inicio Michel de Certeau, Henri Lefebvre, Félix Guattari y en las últimas dos décadas Paul Ardenne, Lórand Hegyi, Martí Perán o Juan Vicente Aliaga) como herramienta de análisis en torno a la cultura global, táctil, microelectrónica o informacional (en el sentido de Manuel Castells), conduce, se diría, a aprender de la constante alarma. Adaptarse a una flexibilidad o apariencia de (Richard Sennet) que no deja de celebrar, disuadir (Baudrillard).

Bien, pues celebra, celebra porque es sobre música amor, música mi amor (corazón y bandera, corazón de bandera, remitiéndonos a la fuerza del logo-logos) el camino de un ajuntamiento que cuesta: tiempo de nuestras vidas a quienes somos, seremos eurofans.



Las célebres postcards (cortinillas de unos cuarenta segundos entre actuación y actuación) son, año tras año, más evocadoras puesto que presentan al artista en su entorno. Jüri Pootsmann, representante de Estonia, no consiguió superar la semifinal (de hecho, quedó último rompiendo con el pronosticadísimo Serhat) aun con una de las canciones más refinadas del concurso. En elegancia, sin embargo: hablamos en otros términos.

Se asiste, no asistimos, a un proceso de tan pronunciado político, proceso político, se supone politizado y más bien -desisto- totalizado. Harto teorizado. De qué total se habla. I hear them calling meproclamaba la ensombrecida apuesta islandesa. ¿Violines?, ¿dónde? -alguna vez escuché.

La gestión del dominio. ¿Algún dominio queda libre?… ¿alguien ha escuchado? Se habla, se comenta, y de tanto anulación, si puedes ser un hablantín es porque «devenimos hablantines». Sí, lo seremos, y siempre, pero «en esa necesidad antropológica de compartir nuestros momentos de goce» (Juan Martín Prada, en Poéticas en torno a la cuestión de la identidad en internet, Seminario Autobiografía (Visiona), 2015, y la charla La circulación de las imágenes, 2016). Y qué convocatoria si lo es para el goce. Cada año hago la fiesta. Investimos de fiesta.

Y en esa pronunciación el pronunciarse o identificarse porque la reverencia (junto con su pareja, la referencia) a menudo (nos) va porque (nos) comunica, y ante cualquier absorción (este chupar) o aislamiento (vamos a soplar), parece más atractivo un cierto desglose de pronunciaciones que el silencio que precede al disparo, acto solitario e incluso doméstico («ayer por fin te vi, te vi tendiendo la ropa», cantaban La Buena Vida hará una década, en ese tipo de gestos que nos colman de alegría luego interrumpida la rutina) y por tanto no restituido (en el sentido derridiano: «Si escribimos autobiografías es porque somos movidos por el deseo y el fantasma de este encuentro con un yo que finalmente se restituirá» decía en el documental de Safaa Fathy, Por otra parte, Jacques Derrida, 1999), no escrito. 

Escribamos nuestras apuestas, nuestros puntos, si damos nuestros puntos es por lo que acabará siendo. Del penúltimo lugar, como quien remonta, a colarse en el top ten. El año pasado pasamos de los heroes a los zeroes



La probablemente excesiva afectación de la cantante serbia Sanja no fue suficiente, tal vez por lo delicado de su temática (la violencia de género) o por una deuda importante (en la puesta en escena) a la ganadora Marija Serifovic (2007), quedando en el discreto puesto 18.

Es una cuestión top ten, cuestión de fe, y será ésa su potencia, la de la escritura: autobiografíame. Ya no más, no va más el ser solitario por muy heroico, y labores son silencio... lo siento, son las labores de mi silencio. En casa se queda, de casa no sale. Por una noche tantos países en tu casa, por una noche un gran anfitrión. Es esta noche y nada más. No hay espacio para el silencio.

Hablando de escritura, en fin, el fantasma y el encuentro: revolviendo a ella, escribir es de fantasmas. This is the ghost of me haunting the ghost of youel atrevimiento alemán, con su luna llena, sus árboles tétricos y un tocado inclasificable. No soy yo quien adora los modelos extranjeros, ni los  western, será que (estoy) siempre ellos y de hecho, los países del este se votan entre ellos. Lo extranjero está por todas partes, también somos extranjeros para nosotros mismos, como ya en torno al miedo escribió Julia Kristeva. «Desde el primer año de college (...) a menudo antes, el joven abandona a su familia. "Go west, my son", se decía a los pioneros. El espacio, ya sea terrestre o interestelar, se hace para ser conquistado, domado» (Sophie Body-Gendrot, ¿Modelos extranjeros?, 1989). Los Países Bajos cantan un supuesto country en un sugerente Slow down, brother. A lo que añadiría más bien: scroll down, brother. Vaya estes: Go west, son (un relevante «matar al padre», también cantado en su momento por los Pet Shop Boys). Pero cállate. 



Ganarle tiempo al tiempo, achicar, estrechar, diques. Douwe Bob se regaló los segundos que le sobraban al tema (que no llegaba a los tres minutos reglamentarios) para incorporarlos antes del último estribillo. Así, estos segundos, sin música, los aprovechó para un primer plano y la pronunciación de un seductor rapport«I love you», sin micrófono. No hacía falta.

Y calla porque Eurovisión no es, ni lo que era. No lo es, en lugar de concurso espectáculo de variedades: fuegos, animaciones y luces, pero muchas luces, un karaoke con mapping de decorado en que casi todos -países cuya lengua oficial no lo es- cantan en inglés canciones que suenan lo mismo, radiadas salvo (incluyan) algún arreglo o referencia étnica agradecida que, por otro lado deje disponible lo propio de cada cual (Anthony Giddens abocando hacia una supuesta democratización relacional en La transformación de la intimidad, 1994). 

En esa propiedad, una salvedad: de las 5 canciones que no han cantado en inglés exclusivamente (se ha escuchado francés dos veces, un estribillo en búlgaro, otro en tártaro y casi toda una canción en italiano) y han pasado la final, encontramos muy buenos puestos, incluso el ganador. Es posible que un efecto dominó haga más suculento el festival de 2017. Es interesante apuntar también que en semifinales se ha escuchado el macedonio, el griego, el póntico y el serbio. Siempre fragmentos, el inglés hasta ahora gana, homogeneiza.

Es posible: se quiere o se desea dormir bajo un techo común, desear esa vida especular (semejante a un espejo) y homogeneizada, así, repite mucho, escucharás: no suena nada. Así, a mono dosis, la guinda en el pastel, o el cupcake, cualquier burgués postre (la selección azucarada y su flamante exposición encar(i)ecida como lo mostraba en una anécdota Bill Bryson en su fantástico En casa. Una breve historia de la vida privada, de 2010: las sonrisas ya no se entienden como -lo que- eran) como cualquier momento juntos: todo política, no hay pureza, solo suplemento derridiano; y solo playback. El rápido espectáculo que deseamos. 

Será que escucharemos otras lenguas.



Amir, definición misma de todas las posibilidades de la palabra carisma, ha hecho historia en el Festival de Eurovisión llevando a Francia al puesto número 6, su mejor posición en catorce años. Aun así, tampoco se resiste a la metáfora de la luz y en su actuación lo afronta todo, sin perder la radiante sonrisa. Nota al pie: este año hemos disfrutado de un astronauta -digamos que muy evidente- en el concurso, era el bailarín de la canción de Moldavia, que se quedó en la semifinal.

No obstante, sería justo reconocer el intento juntos, retrotraer para sí del festival momentos fundacionales incluso arquitectónicos (donde la unificación de Europa encubre un cierto sentido, en fin…) y reconocerse en el renovarse o morir de toda una pesada trayectoria (lastres atrás) para dejarse caer por ahí, como lo ha hecho Barei, y con la mayor de las seguridades. Sería potente, aligerar la carga pues, para en esta fiesta de la imagen convocar las eternas otras.

Reconocer más que acreditar o al menos intentarlo cataliza fluir, hacerlo más sencillo,(dance with us and have some fun , mantenían los griegos) y se puede incluso participar de una emoción que ni mejor ni peor sino que la cuestión cómo, y cómo (con) ella es una muestra de nuestra cultura (entre muchas comillas y sin duda lugar para artículos como el de Catherine Baker, «Gender and Geopolitics at the Eurovision Song Contest» donde expone ciertos aspectos del juntémonos en domingo, típico día de verano, blanquear toda la casa: despliegue festivo de goteos). 

Una arquitectura, que vista desde tantas ópticas, caleidoscopios, una coctelera: una noche diferente que espera. La imagen se ralentiza y se congrega.



Tras una actuación amable y sin pretensiones, llena de metáforas en torno a la proximidad (y toda una lección de jardinería), la italiana y (se diría) anti-diva Francesca Michielin recolecta uno de los brotes que le rodean para acercarlo al público y finalizar No degree of separation.



Evocadora así la confluencia de pronunciaciones, conexiones portavoces, locales, angustiosas y repetidas; nombres de países, nombres que ni nombran, sólo repiten, repasos de banderas, banderas prohibidas como la de Nagorno Karabaj o Euskadi, banderas infiltradas y que tapan actuaciones («No vamos a tolerar nada raro en estos contornos», frase mítica de ese gran campamento de Friday the 13th, un día antes de la Gran Final), recapitulaciones de momentos y momentos álgidos, el cénit endiosado de los últimos segundos (se diría), delegaciones identitarias a fin de cuentas y demasiado amor (En el minuto 04:58: «I see all eurovision fans one big big heart who's walking» y en el 06:45: «Oh, what of kind of story, a lovestory between America and Russia, hahaha», se trata de la cantante Kaliopi en la rueda de prensa de la presente edición). 

Kaliopi, de la Antigua República Yugoslava de Macedonia ha dado una lección de cercanía (y de como culminar una canción con semejante agudo) sin tener absolutamente en cuenta pronósticos, escenografías o tendencias, incluso sin enterarse de muchos de los comentarios a su paso. Respuesta a base de sonrisas, Kaliopi todo (un) amor.



«Tell me black or white, what color is your life», canta Michal Szpak, representante de Polonia. Con una estética glam y una importante afectación en sus expresiones, consigue 222 votos del público, siendo el tercer país más votado. El jurado no piensa lo mismo y le otorga tan sólo 7, quedando en el puesto 25. Finalmente,  tras la suma de los votos Polonia se clasifica en el puesto número 8, siendo su mejor posición desde 2003. Aunque no era favorito, su videoclip fue el más visto durante gran parte de la campaña eurovisiva.

Cuentas muchas cuentas y cuánto dinero, vocación de. De devolverle algo. Barei ha pedido perdón a España. Barei pide perdón a España Y en ese devolver la seducción (máxima), seducción compartida y vivida demasiado seriamente en función de y que de al final hablantin-eamos. ¿Nos reconocemos o nos acreditamos? 

Diva seducción: la psicoanalista Suely Rolnik planteaba en 2006 esa absorción especular en su «Geopolítica del rufián», y como antes apareció, Sennett tal cual, en esa imagen que en el fondo re-vestida nos opera y moldea. La pantalla es plástica. Esa es la cuestión de un festival que a nivel visual responde un momento y en el que desgracias, bromas y seriedades (el uno y el otro, los múltiples ellos, cada ritmo, cada confluencia, a su modo) quedan mediadas en lo que ocurre así desde los medios, así se han de contestar, esperemos sutilización. Referencias o referencias. Nos reconocemos o nos acreditamos...



A pesar de que la gran canción de Letonia estaba compuesta por Aminata, quien asombró a todo el mundo con su sofisticado estilo el año pasado, Justs con su desgarrada voz e interpretación no terminó de convencer a jurado y público, quienes le confinaron al puesto 15.


Y tal vez, tal como Manuel Borja-Villel mantiene en el texto introductorio de Sé un lugar, sitúa una imagen, imagina un poema (2015) sobre la obra de Ree Morton, la llamada (a la) cuestión contemporánea, incluso se diría micropolítica, defiende «más una alegoría en la que reconocerse que una herramienta de acreditación política en la esfera pública, más una apelación a la memoria individual que una llamada a la obediente conmemoración». A este reconocerse o acreditarse (que considero lo suficientemente evocador para pensar desde ahí lo mircopolítico, la sociedad del espectáculo o lo especular) sumamos ahora, completa la idea, la memoria o la conmemoración. Memoria y conmemoración, un ejemplo:

El idioma tártaro de Crimea con su sugerente título («1944») gana el festival de Eurovisión 2016. Memoria, conme-mórame. Autobiografías que ganan, a la orden del día, y se imponen, y las políticas (deportaciones) quedan definidas: «Oh, you know, that's my personal story in this song, that's why it means for me that Europe understand me quite well» respondía Jamala ante su posible victoria a mitad de las votaciones. A semejante declaración añadiría: If you sing about truth, it can can really touch people. La verdad. La delegación, el premio se delega. Suecia conduce a Ucrania. Mi historia, la mía: la gorra con el escudo de Ucrania (realmente son los mismos colores), resto de la fiesta del año 2013, restos de fiesta (siempre fragmentos) del año en que cantaban a favor, memorablemente, de una reveladora gravedadEl resto de la historia, ¡uf! es ya otra historia y que, desde luego, sigue muy presente. 


La ganadora Jamala en el puente de su actuación, donde por unos instantes se repliega sobre sí para emitir un emotivo lamento que se hace flamante árbol de luz. Lo molecular y lo molar se imbrican, la historia sobre la pérdida de hogar revuelve los tiempos que vivimos. Se hace memoria. El estribillo lo traduciríamos como: 
«No pude pasar mi infancia allí porque te llevaste mi paz». Tras semejante alusión, Rusia se plantea no participar el próximo año dado que, como país ganador, Ucrania será la sede de 2017.